Ciencia versus fe, este binomio parece ser un tema de discusión recurrente en el cristianismo. A lo largo de la historia ha habido esfuerzos porque alguno de estos lados se declare vencedor. Más de una vez se ha intentado empatar las teorías científicas a los escritos bíblicos; o al revés, intenta llevarse un enunciado bíblico para demostrar que lo que dice es científicamente cierto. En este último caso me pregunto si la fe de aquellas personas que buscan comprobaciones científicas está en Dios o en la ciencia.
La realidad es que no debería haber conflicto si se entiende el valor, el sentido y el objetivo de cada uno de estos campos. Pretender que la Biblia nos de respuestas científicas es sesgar y mutilar el maravilloso mensaje que nos quiere transmitir. Tal vez se debe a que la enseñanza que se ha propagado, es ver la Biblia como el libro que tiene todas las respuestas. La teología debería de reconocer que no las tiene en el amplio sentido de la palabra; así como la ciencia no puede brindar todas las respuestas a la existencia humana, como bien dice Hans Küng, “la matematización, cuantificación y formalización no son suficientes para captar el mundo de lo cualitativo y fenómenos específicamente humanos como la sonrisa, el humor, la música, el arte, el sufrimiento, el amor y la fe en todas sus dimensiones”.1
Pero a qué se debe este supuesto conflicto, desde mi perspectiva, se ha enseñado por mucho tiempo que la Biblia es un libro de respuestas. Y eso es cierto, la Biblia es un libro que tiene respuestas trascendentales, sin embargo, siguiendo la idea de Hans-Georg Gadamer, perdemos de vista la pregunta a la que dicha respuesta respondió. Gadamer expresa que hay una complejidad en acceder a la verdad del enunciado, “No hay ningún enunciado que se pueda entender únicamente por el contenido que propone… Un enunciado encuentra su horizonte de sentido en la situación interrogativa, de la que procede”.2
En este sentido tendríamos que reflexionar sobre los escritos bíblicos, tenemos la respuesta, pero ¿Cuál fue la pregunta a la que respondieron? Y, sobre todo ¿Qué verdad aplicable podría traernos para nosotros hoy? El caso de la creación que se narra en Genesis 1 y 2 ha sido un claro ejemplo de este aparente conflicto. Más de una vez se ha intentado calzar las teorías científicas con la Biblia, esto nos ha llevado a perder de vista la pregunta ¿Realmente a esto quería responder el mito del Génesis? Ya es bien sabido que el mito de la creación narrado en Génesis es una respuesta contracultural a otros mitos a las que se enfrentó el pueblo de Israel.
Y es que mientras otros relatos de la creación ponían a la humanidad como un accidente de los dioses, como una especie de segunda categoría condenada a servir a las deidades – muchas de ellas humanas faraónicas – para no enfurecerlas y que acabaran con su vida; Génesis replantea este sentido para dar paso a un Dios creador, sustentador y relacional, dando paso a una humanidad que se dignifica porque ella misma es image dei, toda vida es sagrada porque es la misma imagen de Dios. El mito de la creación en la Biblia no pretende enseñarnos cosmología moderna, no es ciencia, sino esperanza. Esperanza sustentada en el creador relacionado con la creación, en la que ese mismo creador se impregna en la creación. Siguiendo las mismas ideas de Hans Küng, la narración de la creación, imaginada por los judíos, sólo puede ser descrita en imágenes contadas: imágenes y narraciones poéticas de lo que en el fondo es inexpresable. Pero así mismo, la protología bíblica no puede ser un reportaje o historia de eventos iniciales.3
En este sentido me quedo con la reflexión que también nos ofrece González y Maldonado, “Dios es creador y sustentador de todo cuando existe, pues la doctrina de la creación se refiere no sólo al origen de las cosas, sino también a su subsistencia presente”.4
- Hans Küng, ¿Existe Dios?: respuesta al problema de Dios en nuestro tiempo (Madrid: Tro2a, 2019), 152. ↩︎
- Hans-Georg Gadamer, Verdad y método II (Salamanca: Sígueme, 2010), 58-59. ↩︎
- Hans Küng, Ser cristiano (Madrid: CrisEandad, 1978), 274-275. ↩︎
- Justo L. González y Zaida Maldonado Pérez, Introducción a La Teología Cristiana (Nashville: Abingdon Press, 2003), 52. ↩︎