Puerta estrecha
reflexiones

La puerta estrecha (Lucas 13:22-30)

Muchos creen que entrar al Reino de Dios es automático: por pertenecer a una tradición, por asistir a un templo o por recitar ciertas fórmulas. Pero Jesús nos sorprende con una advertencia incómoda: la puerta del Reino es estrecha. No cualquiera entra, y no por las razones que solemos imaginar. Lo que se exige no es un título religioso, sino una vida de servicio, sacrificio y amor radical.

Nuestro pasaje de hoy es parte de las enseñanzas de Jesús sobre el Reino de Dios. Él explica por medio de parábolas cómo es el Reino y cómo debería manifestarse en la tierra. Sus enseñanzas son duras y complejas: adherirse al Reino no es sencillo. Sin embargo, en todo momento mantiene su actitud de servicio: la predicación hecha acción. Apenas unos versículos antes se narra la crítica que recibió por sanar a una mujer en día de reposo. El sistema religioso de la época se preocupaba más por la norma que por la vida de una persona.

Tras este suceso, Jesús recuerda que el Reino de Dios ya ha sido plantado y nadie podrá detenerlo. Es como una semilla de mostaza que crece hasta ser un gran árbol o como la levadura que fermenta toda la masa. Su propia vida anuncia y concreta el sueño de Dios para la humanidad. Dietrich Bonhoeffer lo resume diciendo que la ética cristiana sucede cuando la realidad de Dios y la realidad del mundo se hacen una sola a través de Cristo.1 Jesús es esa unión y la inspiración para nosotros.

La puerta estrecha

La audiencia de Jesús eran judíos que creían que, por pertenecer a su pueblo, ya tenían asegurada la salvación. En esta parábola, Jesús desarma esa seguridad: nadie accede al Reino por linaje, nación o ritual religioso. La puerta es estrecha porque las condiciones son exigentes. El camino de Jesús pasa por el servicio y el sacrificio. Seguirlo tiene consecuencias: es incómodo, impopular, y nos obliga a nadar contra corriente.

Con gran astucia, Jesús transforma la pregunta “¿son pocos los que se salvan?” en otra más personal: “¿estarás tú entre ellos?”. No basta especular cuántos se salvarán, lo que importa es autoexaminarse. La salvación consiste en vivir ya conforme al Reino, en reflejar con nuestras acciones la realidad de Dios en la tierra. En palabras de Bonhoeffer, vivir de acuerdo con la ética de Jesús.

Una llamada al autoexamen

Hoy también somos tentados a la arrogancia de dar por hecho que participamos del Reino solo por pertenecer a una religión o congregación. Pero Jesús nos llama a examinar nuestra vida: ser salvos es vivir en servicio, sacrificio y amor al prójimo. Esa forma de vida llevó a Jesús mismo a entregar su propia vida.

La puerta es estrecha porque debemos dejar atrás todo aquello que nos da seguridad falsa. Hay que soltar los ídolos: el dinero, el poder, las jerarquías y los títulos religiosos. En la puerta sólo caben el amor, la justicia, la misericordia y la paz. Paradójicamente, son estos valores —los que el mundo considera pequeños— los únicos que tienen espacio en la entrada al Reino.

No hay nada más frustrante que ver el Reino de Dios y no participar de él. Eso es el llanto y el rechinar de dientes: vivir en automático, confiados en etiquetas, pero sin haber atravesado la puerta estrecha. Entrar al Reino significa accionar, servir, sacrificar el ego por el bien de quienes necesitan sanidad y plenitud.

Finalmente, Jesús abre la invitación a todas y todos: judíos y gentiles, hombres y mujeres, jóvenes y ancianos. Nadie queda fuera. Todos están llamados a reír, llorar y bailar en el Reino de Dios.

Conclusión

En un mundo obsesionado con el éxito, la productividad y el poder, las palabras de Jesús siguen siendo una bofetada a nuestra autosuficiencia. El Reino no se hereda ni se compra: se vive en cada gesto de justicia, en cada acto de misericordia, en cada renuncia al egoísmo. La puerta estrecha nos recuerda que no caben las cargas de nuestros privilegios ni los ídolos modernos de riqueza y dominio.

La pregunta entonces resuena con fuerza hoy: ¿te atreverás a soltarlo todo para entrar por la puerta estrecha y vivir de verdad el Reino de Dios?

  1. Dietrich Bonhoeffer, Ética (Madrid: Trotta, 2000), 47-48 ↩︎

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